Los nadies, los hijos de nadie, los dueños de nada.

Reconócelo. Una de las razones por las que te encanta viajar no es solo por ver nuevos monumentos y tacharlos de la lista. Lo que más te gusta de viajar es descubrir países, acumular nuevas historias, conocer nuevas gentes. Cada vez que tienes un nuevo destino en el horizonte te pasa lo mismo. No puedes dejar de leer su historia, quieres saber más de ese lugar, intentar entender qué va a ser lo que te vas a encontrar. Y a medida que se acerca el día, notas ese cosquilleo en el estómago que no desaparece hasta que aterrizas, hasta que sales del avión.

Recuerdas con emoción, la última historia que se cruzó en tu camino. Imagínate. Tienes apenas 11 años, o tal vez 12,  y vives en un país que acaba de  salir de una guerra. Tienes 6 hermanos y vives en una casa humilde con tus padres. Resulta que un maldito día, vienen a llevarse a tu padre. Nunca lo volverás a ver. El pobre tuvo la mala suerte de luchar en el bando que no era, y eso es algo que no se puede permitir. Tú no entiendes muy bien lo que ha pasado, querías a tu padre, era un buen padre, y ahora no tienes ni un lugar donde ir a llevarle flores.

Durante los próximos años, os harán la vida imposible. Claro, sois hijos de perdedores y es lo mínimo que os merecéis. En tu mente, y en la del resto de tu familia, está la idea de que llegará el momento en que podréis desenterrar los huesos y dar una sepultura digna a vuestro padre. Los años pasan, pero no es hasta casi 40 años después de lo ocurrido que puedes permitirte el lujo de pensar que tal vez sea el momento de recuperar los huesos. No pides nada más. Es cierto que quien mató a tu padre merecería ser juzgado, pero con el tiempo te has dado cuenta que eso es lo de menos, que a estas alturas con tener un lugar donde ir cada domingo a dejarle flores te conformas.

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Sin embargo los años pasan, y no llega el momento. No entiendes por qué esos huesos, esos muertos, no tienen derecho a sepultura. Ahora ya no eres de los perdedores, eres de un país en el que todos sois iguales (al menos es lo que dice la ley, otra cosa es que sea verdad). Y sigues luchando. Los años siguen pasando, y la única respuesta que recibes es silencio desde arriba.

No quieres darte por vencida. Es tu padre. Puede que a estas alturas ya no lo recuerdes, has vivido más de 50 años sin él y es difícil separar lo que es real de lo que es la imaginación de una niña. Aún así, quieres recuperar los huesos. Cuesta entenderlo, cuesta mucho. No entiendes qué problema hay, no vas a hacer daño a nadie, solo quieres un pedacito donde dejar que tu padre por fin pueda descansar en paz. Con tu madre. Con tus hermanos. Y en un futuro, también contigo.

Pero desde tu país no te oyen y tienen que venir de fuera, de otro país para ayudarte a conseguirlo. Tienes que viajar, que moverte, y a tus 88 años tus huesos ya no son los de antes. Sin embargo, parece que hay esperanza, una tenue luz que con el tiempo se va haciendo más intensa hasta que por fin, a tus 90 años, con las instituciones de tu país en contra tuya lo consigues, por fin van a desenterrar a tu padre. A él y a los otros 21 que murieron con él. Y no te pierdes ni un día de la excavación, y hace frío y 90 años son muchos años para estar allí todo el día, pero tienes ilusión, tienes esperanza y quieres estar ahí por si tu padre te está viendo desde algún sitio, para que sus huesos te vean nada más salir. Lo has conseguido, solo te ha costado 80 años, toda una vida. Pero por fin tu padre podrá descansar. Tu pensamiento solo está con él, no hay ganas de venganza, de juicios ni de persecuciones. La ilusión de recuperar a tu padre, aunque sea de esta forma, lo acapara todo. Has ganado… ¿has ganado?

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Es cuando te encuentras con estas historias que te alegra de haber nacido en España, un país en el que estas cosas no pasan… ¿o tal vez sí? Resulta, si no lo has adivinado a estas alturas del post, que esta historia tiene lugar en España y que la protagonista es Ascensión Mendieta, y esto trastoca tu esquema y te das cuenta de algo que ya sabías, que no siempre hace falta irse lejos para encontrar historias. A veces nos vamos demasiado lejos buscando algo que contar, y nos olvidamos de las cosas que todavía quedan por salir aquí.

No siempre hay que irse lejos para encontrar historias que contar Clic para tuitear

Por fin, Ascensión está a punto de conseguir sacar a su padre e identificar sus huesos. Toda su lucha, todo esto, lo ha conseguido gracias a una jueza Argentina y a la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. La ARMH lleva en esta lucha bastante tiempo, ayudando a dar voz a los que no tienen voz, a los que por mucho tiempo fueron, como diría Galeano, los nadies; los hijos de nadie, los dueños de nada. Esta asociación existe gracias a donaciones y a la colaboración de sus socios y personas anónimas, como tú que me estás leyendo o como yo. Si quieres ayudar a que estos nadies sean recuperados, puedes visitarlos en su web.

¿Te animas?  😉

2 thoughts on “Los nadies, los hijos de nadie, los dueños de nada.

    1. ¡Hola, Iván! Cuánta razón tienes, la lucha de esta mujer es muy digna… Desgraciadamente en el mundo hay demasiadas luchas dignas por tantas injusticias que hay que hacer todo lo posible por evitar que caigan en el olvido.

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