¿Sabéis qué es lo bueno, lo realmente bueno, de estar de viaje fuera de la rutina? Pues bien, lo bueno, lo realmente bueno de estar fuera de la rutina y de los horarios es que nunca sabes qué sorpresas te deparará el nuevo día. Hoy amanecimos en el hanok de Gyeongju con la espalda bastante dolorida, tantos días durmiendo en el suelo empiezan a pasar factura y para nuestra desilusión, el día estaba gris y no paraba de llover. Lo malo que tiene disponer de tan poco tiempo para viajar es que tienes pocos días para poder visitar todo aquello que quieres ver, y un dia de lluvia no es algo que se reciba con alegría.
La parte buena de que llueva es que te permite tomarte el día con más calma, remolonear, salir sin prisa a la calle y disfrutar tranquilamemte de un café a la espera de que amaine. Como dicen los coreanos, todo lo malo tiene su parte buena, el ying y el yang y la búsqueda del equilibrio. Así que hemos decidido quedarnos con lo bueno y empezar el día con un buen café, eso sí, con provisiones de ‘Gyeongju bread’ o pan de Hwangnam, típico de la zona.
Perfecto, tenemos día y medio para ver Gyeongju y se pasa lloviendo… Aunque siendo justos, que de 11 días solo hayamos tenido uno de lluvia no es para quejarse mucho. Aún así, la lluvia nos fastidia, ya que nuestros planes de perdernos en alguna ruta entre bosques y budas se acababan de ir al traste. Por aprovechar el día, decidimos coger un autobús para ver uno de los templos más importantes de la dinastía de los Silla, el templo de Bulguk-sa, y es ahí donde conocemos. por casualidad. a Dimiter y María, dos búlgaros de viaje en Corea a los que la lluvia también ha hecho modificar sus planes. La casualidad es algo que siempre me ha gustado, ya que las mejores anécdotas ocurren siempre gracias a un empujón de esta palabra.
El encuentro con los búlgaros me hace pensar en que es muy curioso cómo cuando viajas a un país con una cultura diferente a la tuya, experimentas una cercanía y una necesidad de relacionarte con personas de cultura similar que no tienes cuando estás en el tuyo propio. ¿No os ha pasado esto nunca? Y además, cuanto más diferente es la cultura que visitas, más se abre tu abanico que nacionalidades hermanas. En Europa siempre me ha sido más fácil relacionarme con españoles y, en ausencia de estos, con italianos, griegos o portugueses, que con gente más del norte. En Corea, el abanico se extiende y cualquier europeo pasa a ser sinónimo de cercanía (aunque ya me dirás cuanto se parece un gaditano a un finés), y nuestro abanico se ha abierto hasta llegar a Bulgaria.
Siguiendo con la historia (que me voy por las ramas), después de 40 minutos de autobús, con la duda de no saber cuándo bajar y rodeados de coreanos que no hablan nada inglés, llegamos al sitio. Y justo, como si alguien arriba estuviera jugando, fue bajar del autobús y comenzar a diluviar, por lo que tuvimos que refugiarnos en un bar a la espera de que parara a tomar café. Al salir de ahí, ya éramos amigos, había parado de llover y podíamos empezar a perdernos por el templo. Gracias a este comienzo, el día acabó de forma totalmente diferente a lo que esperábamos, tomando cervezas e higos en el hanok de los búlgaros. Cuando nos despedíamos, a la espera de volver a encontrarnos en Bulgaria, España, o cualquier otro lugar, sacaron estos bonitos souvenirs de su tierra y nos los dieron. Nos contaron que siempre que viajan se llevan algo de su país para regalarlo a la gente con la que van compartiendo parte del camino en sus diferentes viajes. Me pareció una iniciativa muy bonita para adoptar de ahora en adelante y me sirvió para reforzar uno de mis creos: Creo que la gente buena abunda en el mundo, aunque pasa más desapercibida, y que viajando la vas encontrando. Y también para añadir algunos nuevos: Creo en la casualidad y en que nada está escrito. Creo que cada día puede ser una aventura si simplemente te dejas llevar.
Aquí os dejo más fotos de nuestro paso por Gyeongju, volveré con historias de Busán y Seúl próximamente. ¡Espero que os gusten! 🙂
PD – Lo que pongo aquí lo he copiado de lo que escribí el día 3 de septiembre allí en Gyeongju. Desgraciadamente, a estas alturas ya he vuelto a la normalidad de Toulouse. Y recuerdo también que las fotos están bajo licencia Creative Commons, así que si alguien quiere hacer uso de ellas que contacte conmigo 😉
One thought on “Gyeongju y de cómo acabamos con souvenirs búlgaros en Corea”