Pai es una pequeña ciudad al norte de Tailandia, en la provincia de Mae Hong Song. Está en un valle, rodeada de montañas y atravesada por el río con su mismo nombre. Hay dos formas de llegar a ella: avión o autobús. La más barata y, por tanto la que usamos nosotros fue la segunda. Por 160 THB (~4 €) puedes llegar a Pai en minibus. 146 km, ¡762 curvas! y 3 horas de carretera la separan de Chiang Mai, pero bien merece la pena acercarse a ella. Nosotros fuimos para 3 días y acabamos quedándonos 7.
Sin embargo, todo lo bueno se acaba, y llegó el momento de despedirse de Pai, así que os dejo mi cuaderno de bitácora con un resumen de lo que esos 7 días en Pai fueron. ¿Te vienes?
Adiós Pai
Llegó el día. Toca despedirse de Pai, despedirse de Tailandia después de 21 días conociendo su norte. No me gustan las despedidas, sin embargo, esta tiene un punto de ilusión, de ganas de seguir el viaje, de conocer lo que la ruta nos tiene preparado.
Despedirse de Pai es decir adiós a la tranquilidad, a los días que se estiran. Esos que cuando los piensas te parecen varios. Es decir adiós a despertarse con la luz del sol que ilumina todo el valle y con el canto de los gallos. Canto que es muy bucólico cuando se retrasa, cuando empieza unas horas después de que el sol haya asomado entre montañas, pero que resulta odioso cuando se adelanta al sol y no sabe cómo parar.
Es decir adiós a los cafés en el paraíso. Al desayuno con tortilla de queso que acompaña nuestras primeras horas del día, de cada día, mientras miramos cómo poco a poco se va iluminando el valle, la niebla se disipa y aparecen las montañas. ¡Qué fácil y placentero es hacerse una rutina de estas cosas!
Es decir adiós a nuestra Pasionaria II, roja y rebelde, aunque no tanto como la Pasionaria I con la que pudimos perdernos y probar la textura de la tierra del norte de Tailandia. ¡Ay, Pasionaria! ¡Qué bien lo hemos pasado contigo!
Es decir adiós, o más bien hasta luego, a paisajes impresionantes, los primeros que nos dieron la sensación de estar de verdad en Tailandia. Es decir hasta luego a la jungla, a las cascadas, a los campos de arroz, a las vacas famélicas, a las cuevas, a controles en las curvas, marihuana y opio en los cruces de un pueblo perdido…
Es decir adiós al Spirit, ese bar escondido que daba la sensación de cambiar de sitio cada noche. No importaba cuánto te hubieras fijado en el callejón por el que se accedía, siempre te tocaba pasear por la calle en una y otra dirección hasta que por fin, tras haber pasado varias veces por su puerta, conseguías dar con él. Como si sólo se apareciese a los que de verdad lo quisieran encontrar.
Es decir adiós a atardeceres al ritmo de Bob Marley, de John Lennon, de Manu Chao… pero también de ‘para bailar la bamba se necesita una poca de gracia‘…
Pero también es decir hola a tantas cosas… Es decir hola a Myanmar, a otros olores, otros sabores, otros rostros, otras sonrisas… Así que, bien mirado, no resulta una despedida tan triste, ¿no?
¿Estuviste en Pai en tu paso por Tailandia? ¿Cómo fue la experiencia? 😉
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