En este post, te traigo la segunda parte del roadtrip que hicimos el verano pasado. En la primera parte, recorrimos capitales como Ljbuljana y Zagreb, paseamos por los espectaculares Lagos de Plitvice y pasamos un día en la preciosa isla de Hvar. Si no has leído el post, puedes hacerlo aquí. En esta segunda mitad, seguimos recorriendo la costa adriática en dirección a Italia.
Día 4: Split-Trogir
El día comienza temprano, tenemos que dejar el apartamento en Makarska y poner rumbo a Trogir, donde se encuentra nuestro próximo Airbnb. La idea es hacer una parada en Split, una de las joyas de la costa croata junto a Dubrovnik.
Cuando llegamos a Split, la ciudad está aborratada entre los turistas, los ferris y los cruceros nos costó bastante encontrar un sitio para aparcar no muy alejado del centro. Finalmente, encontramos sitio en el parking de un supermercado, porque en la calle o parking públicos nos fue imposible a esas horas de la mañana.
En Split resulta imprescindible visitar el palacio de Diocleciano, la puerta dorada y la catedral. Aunque las ruinas romanas del palacio son visitables sin coste alguno ya que forman parte de todo el conjunto histórico de la ciudad, entrar a la catedral, subir a la torre o visitar las criptas sí cuesta dinero. Además, para los más fans de Juego de Tronos hay un museo sobre la serie, ya que varios escenarios fueron rodados en la ciudad. Sin duda, se trata de una ciudad única que quizás sea mejor visitar fuera de los meses de verano para poder admirarla mejor sin tantos turistas.
Como no entramos a la catedral ni subimos a la torre, decidimos acercarnos al Parque Suma Marjan. Tras subir unas interminables escaleras, aguarda un fantástico mirador con vistas al palacio de Diocleciano y al ajetreado puerto (ver la imagen destacada en portada 🙂 ). Abrasados por el calor al mediodía, decidimos volver al coche e ir un rato a la playa antes de poner rumbo a Trogir. Fuimos a una playa a las afueras de Split (Kasjuni Beach). Es una playa con bastante ambiente, chiringuito y mucha gente, pero no está mal. Hay varios parkings para dejar el coche y está cerca de la ciudad.
Con el avance de la tarde, es hora de partir hacia Trogir. Se encuentra a tan solo unos 40 km de Split, así que no se tarda mucho en llegar. Fue una decisión acertada buscar el alojamiento en Trogir en vez de en Split, ya que los precios eran algo menores y es un sitio más tranquilo. Trogir es un pueblo único, con un casco histórico de estilo medieval que se encuentra en una pequeña isla. Lo único malo es que solo paramos en Trogir para cenar y pasar la noche. Así que no pudimos recorrer el pueblo de día. Pero por la noche también había un gran ambiente con conciertos de música en directo junto a la catedral y una pequeña feria.
Día 5: Zadar-Trieste-Padova
Este fue, sin duda, uno de los días más largos y cansados. Y es que nos levantamos en Trogir y teníamos que dormir a las afueras de Padua… En total, 650 km de carretera (7h). La idea era hacer un par de paradas, una rápida en Zadar y otra más tarde en Trieste.
Zadar no se encuentra muy lejos de Trogir, así que tras 1h y media de carretera, aparcamos en un parking junto al casco histórico de la ciudad. Son las 10 de la mañana, pero el calor ya empieza a apretar y como no podemos entretenernos mucho, tras un corto paseo de apenas 1h por la zona antigua volvemos al coche.
La verdad es que Zadar no me convenció mucho, no me pareció tan bonita como Split o Trogir y no la recomendaría si no tienes mucho tiempo.
De vuelta en la carretera, la idea era no parar hasta llegar a Trieste, exceptuando las gasolineras para estirar las piernas y llenar el depósito. También, teníamos que cruzar un par de fronteras, primero con Eslovenia y luego, por fin, Italia y no sabíamos si habría mucha retención.
Fue una pena no tener un día más y en ese caso, habríamos hecho noche en Rijeka, Rovinj o en Pula. Pero bueno, lo dejamos para otra ocasión.
Finalmente, a media tarde llegamos por fin a Trieste. También, nos costó bastante encontrar un sitio para aparcar en el centro y finalmente conseguimos dejarlo en el parking del parque de San Giusto. Lamentablemente, como aún nos quedaban 2h de trayecto hasta Padua, tampoco pudimos entretenernos mucho y vimos lo básico. El teatro romano, el canal grande, el puerto, la impresionante plaza de la Unidad de Italia y la de la Bolsa. Pero no tuvimos tiempo de subir al castillo de San Giusto y a la catedral.
La ciudad perteneció durante algunas décadas al imperio austrohúngaro y esto queda patente en su arquitectura, de grandes edificios palaciegos y amplias plazas. Tras su incorporación en la República de Italia, la ciudad se fue italianizando y al final, resulta en una mezcla que hace a la ciudad un destino muy interesante.
Me sorprendió también, que aunque el centro se encuentra a nivel del mar, las afueras se sitúan en una empinadísima ladera, por la que por suerte, no tuve que conducir. Por último, destacar que a las afueras de Trieste, se encuentra el precioso Castillo y jardines de Miramare, pero como cerraba a las 19h de la tarde, no pudimos parar.
Finalmente, tras un larguísimo día en la carretera por tres países distintos, llegamos a nuestro hotel a las afueras de Padua.
Día 6: Verona
Y llega el último día del roadtrip, o al menos para mí, ya que mis amigos aún tenían que conducir hasta Valencia. Tras desayunar en el hotel y recoger las cosas, llegamos a Verona en apenas 1h de viaje.
Eran las 11 de la mañana y tenía que hacer algo de tiempo en Verona, ya que mi tren de vuelta a Munich no salía hasta las 17h.
Comparada con Trieste, en Verona sí que sientes al 100% que estás en Italia. Decidí entrar a la impresionante Arena de Verona. Una de las construcciones romanas más famosas de Italia, que todavía acoge conciertos para miles de espectadores. La entrada me costó algo cara, pero si visitas Verona, es imprescindible entrar. En esta web puedes encontrar información sobre horarios, precio de las entradas y diferentes eventos.
Después, tras un pequeño aperitivo y deambular por el centro, hice cola para visitar la casa de Julieta. Y es que en Verona, la historia de Romeo y Julieta es un filón para el turismo. A la casa en sí, no entré porque de nuevo había que pagar, pero sí visité el patio interno donde se encuentra el famoso balcón, donde de nuevo había cola para las fotos.
La verdad es que Verona es una ciudad para deambular y perderse, está llena de rincones y vestigios de la época romana. Junto a la Casa di Giulietta se encuentra la Piazza delle Erbe y la Piazza dei Signori con estatua de Dante, las dos plazas principales de la ciudad. Por unos 6€ se puede subir también a la Torre dei Lamberti. Otros puntos de interés que merecen la pena son: Porta Leone, Cattedrale di Santa Maria Matricolare, Porta Borsari y el Castillo y Puente de Castelvecchio.
Cruzando el Ponte di Pietra sobre el río Adige, se puede subir al Castillo de San Pedro, que ofrece unas espectaculares vistas, como las de esta foto, de la zona histórica de Verona que no te puedes perder.
A pesar del calor que hacía, disfruté mucho de la ciudad y las 6h se me hicieron insuficientes. Pero bueno, tocaba coger el tren y ponerle fin a este espectacular, aunque también cansado roadtrip.
Después de esta primera experiencia en un roadtrip, me he quedado con ganas de más! ¿Alguna recomendación? Puedes dejarla en comentarios 🙂