“Vivimos en un mundo maravilloso lleno de belleza, encanto y aventura. No hay fin para las aventuras que podemos llegar a tener si las buscamos con los ojos bien abiertos.”
(Jawaharlal Nehru)
Lo hemos conseguido. Este fin de semana hemos huido de la ciudad y nos hemos ido a la montaña. Hemos huido de Valencia a Tortosa, al Parc Natural dels Ports. Y nos hemos encontrado en la montaña, en la montaña de verdad (o al menos lo más de verdad posible para nosotros, valencianos de l’horta). Y aunque hay que confesar que el sábado a las 06:00 de la mañana, cuando sonó el despertador y poníamos rumbo al parque natural, todos teníamos dudas sobre hasta qué punto iba a merecer la pena este madrugón, hay que reconocer que el fin de semana ha superado con creces todas nuestras expectativas.
Habíamos quedado con unos amigos que venían de Barcelona en reunirnos en el Refugi Caro, donde pasaríamos la noche del sábado y desde donde empezaríamos la ruta. Los dueños, Pere y Helena, hacen del lugar un sitio muy acogedor, en el que perfectamente podrías quedarte una semana sin echar de menos la ciudad. Entre unas cosas y otras (tomar la cervecita/café de turno) no empezamos la ruta del GR-171 hasta las 11:00 (tal vez un poco tarde), pero gracias a las indicaciones y mapas que nos había dejado Pere creíamos que en 5 – 6 horas podríamos estar de vuelta acortando la ruta. Nada más lejos de la realidad.
Todo el mundo conoce o ha ido a hablar de las vías ferratas, nosotros este fin de semana hemos descubierto una nueva vía, la Vía Traviata. Traviata del italiano, de perderse.
Empezamos la ruta perdiéndonos (¿tal vez era una señal?), pero tras hacer trampa usando la ayuda de San Google y un poco de campo a través entre zarzas y más matorrales, conseguimos encontrarnos otra vez en el camino. Seguimos caminando, felices ignorantes, disfrutando del paisaje y la compañía. Haciendo la parada reglamentaria para comer los bocatas, continuamos el camino hasta llegar a una bifurcación. Llega el momento en la vida de toda persona en la que debe decidir, ¿tomamos el camino fácil o el difícil? Sea cual sea, nosotros lo que tomamos fue el ‘camino’ equivocado y tras atravesar zarzas y más zarzas y más arbustos y más zarzas nos desorientamos y nos perdimos completamente ¿Habéis oído aquello de ‘Una retirada a tiempo es una victoria’? Nosotros sí, pero seguimos caminando. ¿Os imagináis qué pasó después no? Efectivamente. Acabamos perdidos, enzarzados, enredados, arrastrados y prácticamente a oscuras porque el sol ya se ponía.
– ¡Chafemos las zarzas con las mochilas y pasemos sobre ellas hasta encontrar camino! – decían los más aventureros.
– Llamemos a alguien y pidamos ayuda – pensaban los más precavidos.
– ¿Qué hacía el último superviviente en situaciones como estas? – pensaban los más prácticos.
– JA JA JA JA JA JA – era la risa histérica que salía de otros.
Al final no necesitamos recurrir a nada de eso. Por suerte, el ánimo no decayó en ningún momento y poco antes de que anocheciera conseguimos salir de la zona de zarzas (de Mordor) y encontrar una zona sin arbustos ni árboles, sólo piedras en pendiente (una tartera, como hemos aprendido), muuucha pendiente, pero piedras no zarzas ni arbustos ni nada que se interpusiera entre un paso y otro. Las piedras más bonitas que habíamos visto nunca, aunque cuando empezamos a subir por nuestra visión empezó a cambiar. Y el Sol a desaparecer.
Conseguimos llegar a la cima ya de noche, y con un frontal, una linterna, San Google otra vez, un paraguas en la mochila y una manta térmica conseguimos, pasito a pasito, encontrar el camino. Un camino de tierra, ancho, sin piedras, ni musgo, ni zarzas. Con algún que otro charco y algún que otro bache. Pero que dejaba un sabor de… ¿cómo lo diría? Sí, definitivamente era un sabor de victoria.
Así que, una hora después de alcanzar la cima llegamos al refugio. Pere nos había llamado para ver cómo íbamos justo cuando habíamos vuelto a encontrar el camino, y nos esperaba una cena genial y muy MUY merecida. Así acababa nuestro primer gran día en la montaña ¡y qué bien que dormimos!
El segundo día, hemos vuelto a hacer otra ruta pero esta vez con la lección aprendida. Si algo no parece un camino es porque no debe ser un camino 😉
Así hemos subido al Mont Caro y hemos disfrutado de unas vistas espectaculares. Al norte Catalunya con los Pirineos de fondo y al sur el delta del Ebro y la Comunidad Valenciana. Y ahora de vuelta al hogar, con agujetas y algún que otro arañazo, pero con una felicidad gigante por los buenos momentos y la buena compañía del fin de semana. ¡Repetir repetiremos seguro!
Salut i muntanya! =D
Hola! Me han gustado mucho las imágenes que has puesto, que lugares tan hermosos. A mi, leyendo esta entrada me han venido muchos recuerdos de las excursiones que hacía con el grupo y a veces también nos perdíamos, pero… qué divertido siempre o casi siempre era. Disfruta mucho de estas excursiones. No solo se hace salud sino mucho compañerismo y se aprende muchas cosas que nos hacen bien. Un fuerte abrazo. Salut! 😉
¡Muchas gracias por tu comentario, Carmen! Me alegro que te haya gustado el post. A mí me encanta salir a la montaña, siempre trae buenas anécdotas, el problema es que desde donde vivo siempre hay que hacer alguna hora de coche para llegar a una montaña chula. Pero bueno, ya que se acaba el año puede ser un propósito para 2015: hacer más excursiones 😉
¡Felices fiestas! Y ‘Salut i muntanya’! =D