Viajar te abre los ojos, y de alguna forma te hace ver que, aunque nos guste quejarnos, podemos considerarnos afortunados en muchos aspectos. Durante el viaje por el Sudeste Asiático, uno de los países que más me impactó fue Myanmar. De todas las cosas que vi allí, lo que más llamó mi atención fue la situación de los niños y cómo esta cambiaba según te movieras por la ciudad, el campo o por las zonas turísticas. En Myanmar, como en España, la mayoría de edad se alcanza a los 18 años, al menos sobre el papel. Sin embargo, las responsabilidades de estos niños empiezan antes, mucho antes.
A estas alturas del blog, ya habrás leído ‘El camarero de Mandalay‘ y ya sabrás qué fue lo que me sorprendió del simpático camarero. Desgraciadamente, las sorpresas no acababan aquí. En Mandalay descubrimos más niños camareros en las casas de té. Era fácil creer que solo estaban allí durante el tiempo que no estaban en la escuela, así que no le dí mucha más importancia, hasta que me dí cuenta que los niños de trabajadores de Mandalay eran una constante que se repetía en Myanmar.
La mayoría de los negocios que visitábamos, tipo bares y hostales, eran negocios familiares. En ellos, es fácil darse cuenta que a toda la familia le toca arrimar el hombro. La imagen de los niños trabajando en el negocio familiar sería una constante del viaje, si en Mandalay fueron los camareros, en Bagán serían los gemelos de 12 años que llevaban toda la contabilidad del hostal.
El segundo choque con esta realidad, después de ‘El camarero de Mandalay‘ nos vino en un atardecer en lo alto de un pequeño templo de Bagán. Este templo no era de los más concurridos, así que en su interior, el comercio estaba en manos de dos niños, de 9 y 13 años. El mayor se encargaba de vender pinturas de arena. Las pinturas de arena son algo típico y casi exclusivo de Bagán (según nos dijeron). Sobre un trozo de tela, los artistas dibujan una ilustración que luego rellenan de arena y colorean, o bien llenan el fondo con arena y van cortando y así creando el dibujo. Las ilustraciones son muy diversas, aunque después de un día en Bagán te das cuenta que todas son las mismas, simplemente cambia el nombre del artista que lo firma.
¿Qué son las pinturas de arena? Como está prohibido sacar fotos a los dibujos que lucen en las paredes de los grandes templos, los pintores aprovechan para plasmarlas en sus telas y ofrecerte así un recuerdo que no vas a tener en foto. De esta manera, la mayoría de las pinturas están relacionadas con escenas religiosas, solo que en vez de Pantocrators o Jesuses crucificados, te encuentras con Budas o elefantes de 7 cabezas y 7 colas de serpiente (el 7 es el número de la suerte). Aunque la mayoría de las escenas religiosas también las hay de paisajes o de monjes ataviados con sus ropajes naranjas o granates y sus paraguas para protegerse del sol. Eso sí, la imaginación es lo único que falta, como si una persona se encargara de ir pintando diferentes cuadros y el resto solo copiara una y otra vez. Encontrarás las mismas ilustraciones una y otra vez, lo único que cambiará será el precio de partida.
Volviendo al templo, allí estaba nuestro amigo de 13 años, como si fuera el comercial más experimentado. Con los cuadros enrollados se sentó junto a nosotros, dándonos a entender que simplemente quería hablar. Quería saber de dónde veníamos, qué hacíamos en Bagán y cómo era nuestra vida, por qué viajábamos, cómo vivíamos, etc. Al cambio, nos enteramos que él era de Bagán de toda la vida y que sí, que iba a la escuela, pero que cuando estaba fuera debía dedicarse a vender las pinturas de su hermano mayor. Su hermano mayor iba a la escuela de arte donde le iniciaban en la pintura con arena. De esta forma, entre los dos aportaban dinero a casa.
También nos explicó que, como de marzo a junio eran los meses más calurosos en Bagán, no iba a tener que ir a escuela. Yo, con toda mi ingenuidad, se me ocurrió preguntarle: ¿Y qué vas a hacer en vacaciones? Él, sorprendido, me miró. Como si el que no hubiera escuela fuera a cambiar sustancialmente su vida, o como si fuera la primera vez que oyera la palabra vacaciones aplicada a alguien como él.
Vacaciones es lo que tienen los blancos como vosotros que van de un lugar a otro sin hacer nada – debía pensar, pero simplemente me contestó: Nada, intentar vener más, aunque el número de turistas en estos meses baje. Me contestó con cara de sorpresa y con el tono de quién explica a un niño algo que es obvio a todo el mundo, como si esa fuera la única respuesta posible a mi pregunta y todo el mundo lo supiera menos yo…
La tarea del otro niño, el de 9 años, era si cabe más triste, más dura. Su función consistía básicamente en perseguir a quien llegaba al templo para intentar conseguir que le dieran algo de dinero. Para ello empleaba dos métodos. El primero, intentar vender postales pintadas en papel por él mismo. El segundo, cuando el primero no funcionaba, era pedirte que le dieras un billete de tu país. En una libreta llevaba todos los que decía que tenía. Billetes de Guatemala, México, Nicaragua… sin embargo le faltaban dos de los importantes: euros y dólares.
Es curioso que en uno de los lugares más turísticos de Myanmar, donde más europeos y estadounidenses puedes encontrarte por metro cuadrado, sean justo esos billetes los que falten. ¿Será que estamos más concienciados del trabajo de menores y nos negamos a darles dinero? ¿O tal vez estos billetes habían ‘desaparecido’ a conciencia para poder conseguir más? Al fin y al cabo, en Myanmar puedes comer por menos de 1 euros, si consigues billetes de 5 euros de los turistas tampoco es mal negocio ¿no?
Hablo solo de dos, pero desgraciadamente hay muchos niños en Bagán dedicados a vender o pedir dinero, lo que sea para aportar algo a casa. Creo que hoy 1 de mayo, Día del Trabajador, es un día perfecto para empezar esta serie sobre los niños de Myanmar que, desgraciadamente, no serán muy diferentes a los de otros países. El mundo podría ser un lugar mejor si como personas, como trabajadores, como viajeros o como turistas, somos conscientes de lo que compramos, a quién se lo compramos y de dónde procede. Tenemos mucho poder, solo hay que empezar a aprovecharlo.
La serie continuará con los otros niños de ciudad de Myanmar. ¡Hasta pronto!
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