Chiang Mai no tiene alma. Acababa de volver al hotel y eso era todo lo que podía pensar de la ciudad en la que iba a pasar tres días más. Tres días que, en ese momento, me parecían toda una eternidad.
Chiang Mai no tiene alma. Acababa de volver al hotel y eso era todo lo que podía pensar de la ciudad en la que iba a pasar tres días más. Tres días que, en ese momento, me parecían toda una eternidad.