¿No os ha pasado nunca que os apuntáis a algo sin muchas ganas y seguros de que no os va a gustar y luego todo cambia? A mí me pasó algo parecido en Koh Tao. Yo no quería bucear. Nunca me había llamado el buceo, no le veía la gracia a eso de sumergirte a tantos metros simplemente para ver peces. Peces que, en general, no hacen nada y pasan de ti, pero que en el peor de los casos (en el peor, peor, peor y quizás poco probable) podían hasta matarte (¡cuánto daño ha hecho la películo de Tiburón!). En fin, yo no quería bucear hasta que llegué a Koh Tao y conocí a los chic@s de Pura Vida.
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