Arquímedes, en sus estudios sobre la palanca, dejó una frase que pasaría a la historia: ‘Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo’. En el Lago Inle, en Myanmar, seguramente muy pocos hayan oído hablar de ese tal Arquímedes, y aún menos que conozcan la existencia de esa frase. Sin embargo, es bien seguro y a la vista está de todos los que se dejan caer por este lugar, que son capaces de hacer maravillas con un punto de apoyo.
Aún así, hay que destacar que un punto de apoyo es condición necesaria pero no suficiente. Durante un tiempo en mi vida empecé a practicar slackline. Para quien no haya oído hablar de él, el deporte consiste básicamente en mantener el equilibrio mientras caminas (o en un nivel más pro, haces piruetas) sobre una cuerda que se tensa entre dos extremos. Normalmente, suele engancharse entre dos árboles, aunque quienes tienen un dominio mayor llegan a hacerlo entre montañas y ríos.
Todo el que ha practicado este deporte alguna vez sabe que, tan importante como el punto de apoyo es el equilibrio. La primera vez que lo intenté fue a una altura de 3 metros sobre uno de los canales de Zurich. Encontrar el punto de apoyo fue fácil, pero me resultó imposible combinarlo con el equilibrio, así que el resultado fue un buen chapuzón.
Volviendo al lago Inle, donde tampoco conocen el Slackline, hay que decir que allí combinan punto de apoyo y equilibrio a la perfección. En este lugar, la pesca es una actividad básica de subsistencia para las familias que viven alrededor del lago. Todas las mañanas, cerca del amanecer y desde los tiempos en los que quizás Arquímedes ya estuviera jugando con sus puntos de apoyo, los pescadores acuden a la zona central del lago en busca de los peces que servirán de alimento para la familia, o que podrán intercambiar por otros productos en el mercado de Nyaung Shwe.
La barca es sencilla, está hecha de madera y es hueca en el centro, lo que aprovechan para dejar la pesca, las redes, o tal vez, para tumbarse a descansar después de la faena (o si la mañana no resulta lo suficientemente productiva). Los dos extremos de la barca son planos, como si se trataran de dos picos de pato, lo suficiente espaciosos como para permanecer de pie sobre ellos.
Cada barca la ocupa un solo pescador, y son muchas las tareas que debe realizar. Una vez llegado al centro del lago, hay que lanzar la red para intentar atrapar los peces, pero al mismo tiempo, es necesario avanzar por el lago para conseguir que estos se enreden. ‘Les faltan manos’ – estarás pensando. Pero no, hace ya muchos años que los pescadores de Inle dieron con la solución al problema: punto de apoyo y equilibrio. Es en este punto en el que empieza la danza. Dale al play.
Las manos se encargan de la red y, como tenemos dos piernas con sus respectivos pies, uno puede servirnos de punto de apoyo con el pico de pato de la barca perfectamente. Es sencillo enroscar la pierna sobrante a un pequeño remo y, con movimientos suaves, hacer avanzar la barca, mientras las manos siguen danzando con la red. El cuerpo y la mente centrados en la pesca, el equilibrio como algo ya innato a lo que apenas hay que prestar atención, es parte de ellos.
Y así, con esa danza hipnótica, digna del mejor bailarín, Inle te hipnotiza, te atrapa y, si te descuidas, hace que te quedes. Pero esto ya es otra historia 😉
¿Qué lugar del mundo te ha atrapado a ti? Si vas a Myanmar, no dejes de visitar el lago Inle. ¡Hasta la próxima! 😉
¡Ah! Y no te olvides que en una semana sale a la luz el primer producto de Gastando Suela, si quieres saber un poco más, sigue este enlace.
¡Gracias por llegar hasta aquí!Si te ha gustado el post suscríbete y no te pierdas nada, prometo no agobiarte con correos 😉 |