Leí hace un tiempo un artículo de Antonio G. que se titulaba ‘No seas tú quien muera a los 25‘. Ese artículo me hizo pensar y llegué a la conclusión de que estaba acuerdo en todo lo que dice salvo en una cosa: yo no creo que a los 25 sea cuando te planteas todo esto.
A los 25 prácticamente acabas de terminar la universidad, entre grado y másters cada vez se alarga más, y es el momento en el que se abre a tus pies todo un abanico de posibilidades. Quieres entrar en el mundo laboral. Llevas toda la vida estudiando y por fin quieres trabajar en algo relacionado con ello. Todavía tienes ilusión y ganas de encontrar tu hueco en ese mercado, porque crees que siempre hay algo que puedes hacer.
El problema es que la mayoría de las cosas que se ofrecen son precarias, y sabes que el hecho de que tú no aceptes no es ningún problema para la empresa porque habrá más gente que esté dispuesta a trabajar bajo condiciones que tú no. Y por fin, encuentras algo, más o menos precario, con un jefe mejor o peor, pero un trabajo de lo tuyo. Y van pasando los años y ahí sigues, tal vez ascendiendo en los puestos o tal vez en el mismo puesto de siempre.
Y es entonces cuando notas que los 30 están más cerca que los 20. Y sabes que una de las mejores décadas de tu vida está llegando a su fin porque…
- Acabas más noches con cerveza y charlas que cerrando discotecas.
- La frase ‘es que yo valoro mucho las mañanas’ empieza a ser bastante recurrente.
- La resaca ha empezado a ser estomacal y dura un día.
- Tienes más amigos trabajando fuera de España, o fuera de tu ciudad, que dentro.
- Muchos amigos con pareja han dejado el ‘yo’ y se han convertido en ‘nosotros’.
- Aparecen las primeras ‘líneas de expresión’ o desaparece el pelo (en los chicos).
- Empiezas una historia con ‘cuando estaba en la universidad’ y te deprimes, porque te das cuenta que han pasado más de 10 años.
- Te das cuenta que tus padres tenían tu edad cuando te tuvieron, y no te gusta.
- Reaccionas con una sonrisa cuando te dicen que pareces más joven.
- Cada vez te cuesta más encontrar un amigo para salir hasta que salga el sol.
Y lo peor, te das cuenta de que cada vez tienes más responsabilidades que hacen que el dejarse llevar se complique.
Si eres de los afortunados que conseguiste encontrar un trabajo en la época en que comenzaba la crisis, es probable que a estas alturas ya lleves varios años en la empresa y estes empezando a plantearte que esta no es la vida que quieres llevar de aquí a 10 años. Que estar todo el día sentado delante de un ordenador, soñando con las vacaciones o con la hora de salir del trabajo, no era lo que esperabas que tu vida fuera hace años.
Puede también que tengas suerte y el trabajo que encontraste es justo el trabajo de tus sueños y no quieras cambiarlo por nada del mundo.
O puede que lleves años en busca de trabajo, aceptando todo lo que sale y estés con ganas de conseguir un trabajo serio que te dé algo de estabilidad, aunque no tienes mucha confianza en que pueda ocurrir.
Yo pertenezco a los del primer grupo. Si estás en ese grupo no te quedan más que dos opciones, una es resignarte y aceptar que estás en un puesto privilegiado por el que muchos firmarían hoy mismo. Aceptar que esto es parte de hacerse mayor. Que madurar es aceptar un trabajo que no te llena pero que te permite llegar a final de mes y poder disfrutar de ciertas comodidades. Que es dejar atrás los sueños de dar la vuelta al mundo y cambiarlos por pequeñas escapadas en las vacaciones…
O también puedes rebelarte. Puedes ponerte una fecha y decidir lanzarte del avión, con o sin paracaídas, aunque mejor con. Tomar las riendas de tu vida y renunciar a que madurar sea aceptar una vida que no te llena porque es lo correcto.
Hace 5 años, una noche entre cervezas y calimochos, una amiga insitió en que escribiéramos una carta para nuestra yo de 5 años después en la que le dijéramos cómo esperábamos que hubieran pasado todos estos 5 años. En ese momento nos pareció un poco chorrada pero lo hicimos, nuestra amiga es bastante insistente cuando quiere. Pasados los 5 años desenpolvamos las cartas y leímos lo que nuestro pasado esperaba de nosotros.
Mi yo antigua le hablaba a su futura yo de viajes, de que esperaba que a estas alturas ya hubiera pisado Nueva Zelanda, recorrido Sudamérica y saltado en paracaídas. La pobre no acertó ni una. Eso sí, la yo futura tenía un buen trabajo, o más bien un trabajo cómodo, y había hecho sus viajes por el mundo, pero nada parecido a con lo que la yo del futuro soñaba.
Es cierto que hay que trabajar, que es ingenuo pensar que se puede vivir del aire. Pero ya que pasamos tantas horas en el trabajo, hay que hacer que esas horas valgan la pena.
Solo hay una vida y hay que exprimirla al máximo.
Por eso, VIAJA.
No te acomodes.
Sal de tu zona de confort.
De vez en cuando déjate llevar.
No dejes que las responsabilidades puedan contigo.
Trabaja en algo que de verdad te llene.
Conoce nuevos lugares.
Plantéate nuevos retos.
Sigue gastando suela y no pares de moverte.
Yo no quiero morir a los 30. Por eso, en un año me voy a dar la vuelta al mundo con todo lo que consiga ahorrar hasta la fecha. Y mientras tanto sigo desarrollando este blog. ¿Con qué fin? Con muchos fines.
Con el de ayudarte a que organices tu viaje y a organizar mis ideas.
Con el de mejorar mi escritura.
Con el de aprender fotografía de viajes y blogging.
Con el de ayudarte también si quieres abrir tu blog y no sabes cómo.
Con el objetivo en fin de abrir nuevos caminos.
¿Tú también has decidido no morir a los 30? ¿Si tuvieras que escribirle una carta a tu yo de dentro de 5 años, qué le escribirías?
¿Has llegado hasta aquí? ¡Gracias! Si te ha gustado el artículo, me harías un gran favor compartiéndolo en tus redes sociales.
Hola Sara, otra Valenciana por aquí en proceso de montar su blog de viajes!
Te guardo en favoritos para ir leyendo tus aventuras 🙂
A ver si poco a poco conseguimos lograr lo que nos proponemos y no morimos a los 30!
¡Hola Fani! ¡Qué alegría ver a otra valenciana por aquí! =)
Mucha suerte con el blog yo también te apunto como favorito para seguir tus historias de interrail, ¡pinta bien! Seguimos las dos en contacto, ¡un abrazo y gracias por dejar tu comentario! 😉
Hola Sara!
¿Así que la cosa va de no morir a los treinta?
Primero de todo felicitarte por tomar la determinación. Salvo lo que cuentas de la carta a tu yo del futuro, me ha pasado todo lo que cuentas…
Y decidí irme por “sólo” tres meses de viaje. Ha sido una experiencia que ha valido mucho la pena pero me he quedado con ganas de más.
Volviendo al tema de los treinta, es un buen momento para darse cuenta si lo que uno esta haciendo es realmente lo que quiere y, tras esto viene lo realmente duro, que es dar el paso. Luego ya una vez de viaje todo viene rodado.
Un saludo enorme!
¡Hola Luís!
¡Muchas gracias por tu comentario! Tres meses de viaje ya está bien, aunque supongo que luego engancha ¿no? Estaba leyendo ahora tu post de ‘Nunca es el momento’ y creo que ya sé por qué entiendes tan bien lo que cuento aquí.
Yo espero que mi determinación siga de aquí a un año (es la fecha marcada para empezar el viaje), aunque con comentarios así ¡seguro que me entran todavía más ganas de irme!
¡Muchas gracias otra vez! ¡Un abrazo y nos leemos! =D
¡Ay, los 30! Hace un par de años que pasé esa barrera y la verdad es que comencé a plantearme muchas cosas de mi vida. De todas formas, una vez cumplidos te das cuenta que (al menos en mi caso) prefieres la treintena a la veintena en todos sus aspectos. Me miro al espejo del tiempo de hace 10 años y te juro que me daría de bofetadas de esa visión distorsionada y naive del mundo. La veintidécada es necesaria, es una adolescencia tardía, un periodo de transición, de experiencia y baches. Porque ya tienes la libertad total de ser adulto pero con una mente todavía por madurar. Es época de experimentar y darlo todo… ¡sobretodo VIVIR!
Que nos nos coman la cabeza con que a los 30 ya eres viejo solo porque económicamente ya no les eres productivo a las empresas… ahora es cuando empieza lo bueno.
Me ha encantado, gracias Sara!