Si sois seguidores de este blog, ya sabréis que Myanmar fue uno de los países que más me sorprendió en nuestro viaje de 3 meses por el Sudeste Asiático. Me sorprendió todo, el contraste, el choque cultural, su ‘autenticidad’ (aun cuando las zonas que visitamos eran zonas turísticas y permitidas por el gobierno) comparada con Tailandia (que era de dónde veníamos), su comida, sus gentes… Todo eso hizo que me quedara con ganas de más, de mucho más.
Estos días y, aunque se trata de un problema antiguo, Myanmar vuelve a ser noticia, y no por tratarse de un destino turístico emergente. Viajar es conocer, es interesarse por la cultura, la historia y la situación actual de otros lugares. Es por eso que en este artículo quiero acercaros una historia diferente de Myanmar, alejada del típico post de blog de viajes.
Antes de empezar, una pregunta: ¿Qué es lo que ocurre cuando juntamos una minoría étnica, una premio Nobel de la Paz y una democracia joven como la de Myanmar? Algo pasa y te adelanto que no es bueno.
Breve historia de Myanmar
Myanmar, como seguramente sabrás, es el nombre del país que antes se conocía como Birmania. Bajo este nombre fue una colonia de Inglaterra, quien quiso convertirla en una provincia más de la India. Desde 1886 hasta mediados del siglo XX esta región, en la que convivían etnias de diferente idioma, cultura y religión, estuvo sometida bajo el yugo inglés. De entre todas las etnias que la poblaban la más importante era la Barma (Burma en inglés) con cerca del 68 % de la población, y que en un principio dio nombre a la colonia británica.
El 4 de enero de 1948, finalizada la II Guerra Mundial, tras haber sido conquistada por japoneses y recuperada de nuevo por los británicos, Birmania consiguió su independencia. Sin embargo, esta no duró demasiado. En 1962, 14 años después, Ne Win se convertiría en presidente de Birmania tras un golpe de estado. La dictadura que se instauró se prolongará hasta 1988, año en que estalla una revuelta que reclama la apertura del país. Revuelta termina con la formación de una Junta Militar y de nuevo una dictadura.
Es a partir de este momento que Birmania pasa a llamarse Unión de Myanmar. En 1990 se celebran las primeras elecciones después de casi 30 años, en las que gana el partido NLD, partido de Aung San Suu Kyi (otra de los protagonistas de este post). Aunque gana por amplia mayoría, la Junta Militar se niega a reconocer su victoria y se mantiene en el poder 21 años más, hasta 2011. Este año se disuelve con el fin de empezar la transición hacia un gobierno civil. Es tras esta transición, tras la que Aung San Suu Kyi empieza a tener una participación mucho más activa en la política. Pero… ¿quién es Aung San Suu Kyi?
La Nóbel de la Paz
Aung San Suu Kyi es, tal vez, la figura birmana más conocida a nivel mundial. Hija del militar Aung Sang, quien tuvo un papel importante en el proceso de la independencia birmana y que murió asesinado en 1947, cuando Aung San Suu Kyi tenía apenas 2 años. Con la independencia, su madre se convierte en embajadora de India y Nepal, por lo que acaban instalándose en India, donde Aung San Suu Kyi se licenciará en la Universidad de Delhi y continuará estudiando en Inglaterra, en la Universidad de Oxford.
No vuelve a Myanmar hasta 1988, año que coincide con los levantamientos contra el régimen en pro de la democracia. Es en este momento cuando Aung San Suu Kyi se mete definitivamente en la política birmana, ayuda a fundar la Liga Nacional para la Democracia (NLD), partido que se presentaría a las elecciones de 1990. A la Junta Militar no le hace gracia su activismo político, por lo que a partir del 20 de julio de 1989 deciden ponerla bajo arresto domiciliario.
Aung San Suu Kyi, firme defensora y practicante de la ideología de la no-violencia de Gandhi, inicia su arresto domiciliario que se prolongaría durante 21 años hasta 2010. De esos años, permaneció arrestada en su casa de Rangún un total de 15 años, ya que durante los otros 6 aún se le permitía moverse por Myanmar. Para forzarla a salir del país se le prohibió a sus hijos y su marido visados para ir a visitarla. Aún así, Suu Kyi se mantuvo firme en su encierro en defensa de la democracia, lo que le valió el amor del pueblo y también un Premio Nobel de la Paz, entre otros muchos reconocimientos.
Hoy en día, Suu Kyi forma parte del gobierno. Tener hijos nacidos en el extranjero le impide ser Presidenta de Myanmar. Aún así, ostenta varios cargos: ministra Asuntos Exteriores, Educación, Energía y la Oficina de la Presidencia.
Los rohingyás (los nadies)
De los 52 millones de habitantes de Myanmar, 1.1 millones de habitantes pertenecen a la etnia de los rohingyás. Los rohingyas son unos parias, una etnia minoritaria a la que nadie parece querer.
Son descendientes de trabajadores bengalíes que llegaron a Birmania en el siglo XV. Ocupan la tierra del Estado de Rakhine, de donde se les quiere echar. Uno de sus problemas, además de ser una etnia minoritaria en un país donde la mayoritaria (los Barma) sigue mandando, es su religión. En un país donde domina el budismo, los rohingyás son musulmanes, y eso parece quitarles más derechos de los pocos que tienen ya.
¿Qué está pasando?
Está pasando que a los rohingyás se les quiere echar. Que se quiera expulsar de Myanmar a esta minoría no es algo nuevo, es algo que viene ocurriendo desde hace bastantes años, pero que ahora parece estar alcanzando niveles más desprorcionados. Está pasando que el ejército birmano está atacando, quemando, matando y violando a rohingyás. Está pasando pero dicen que no pasa. No permiten acceder a periodistas ni a nadie del exterior a la zona para contar lo que ocurre.
Una querría pensar que en un gobierno casi presidido por una Nobel de la Paz, una persona que ha sufrido y luchado tanto por la democracia, estas cosas no deberían ser posibles. Sin embargo no es así. A sabiendas o sin darse cuenta Aung San Suu Kyi ignora el problema de los Rohingyás, a pesar de la presión internacional para condenarlo y ponerle fin. Quizás esta premio Nobel tenga algo de racismo y considere de verdad a los Rohingyás inferiores. O quizás, no tenga ningún poder sobre las fuerzas armadas dirigidas por el comandante Min Aung Hlaing.
El caso es, que mientras Aung San Suu Kyi se decide a actuar, los rohingyás siguen siendo perseguidos. Siguen siendo masacrados. Siguen huyendo de sus casas hacia Bangladesh, país que tampoco los quiere. ¿Cuándo y cómo se pondrá fin a todo esto?
Cuando visité Myanmar, me empapé de la historia de Aung San Suu Kyi. Me pareció alguien admirable y quise saber más sobre ella. Estas historias de resistencia y no-violencia suelen estar protagonizadas por hombres. Que en un país como Myanmar, fuera una mujer la que había conseguido unir al pueblo no hizo más que aumentar mi admiración por esta mujer. En Bagán encontré una señora que vendía libros y tenía las ‘Cartas Birmanas’ que escribió Suu Kyi durante su arresto domiciliario traducidas al castellano. Las devoré.
Hoy, Aung San Suu Kyi me genera dudas. ¿Puede alguien tan comprometido haber cambiado de idea? ¿Será que la democracia por la que luchó, su democracia, no era para todo el mundo? ¿Será el poder que corrompe? Sea lo que sea, el problema de Myanmar no parece de fácil solución.